Donald Trump planeó comprar la finca Menie, cerca de Aberdeen, Escocia, con el objetivo de convertir las dunas y praderas en un lujoso campo de golf. Él y el dueño de la finca, Tom Griffin, se sentaron a discutir la transacción en el restaurante Cock & Bull. Griffin recuerda que Trump era un negociador inflexible, reacio a ceder incluso en los detalles más insignificantes. Pero, como escribe Michael D’Antonio en su reciente biografía de Trump, Never Enough , el recuerdo más vívido que Griffin tiene de aquella velada se relaciona con la teatralidad. Era como si el invitado de cabello dorado sentado al otro lado de la mesa fuera un actor interpretando un papel en el escenario londinense.
La misma sensación desconcertó a Mark Singer a finales de los 90, cuando trabajaba en un perfil de Trump para The New Yorker . Singer se preguntaba qué pasaba por su mente cuando no interpretaba el papel público de Donald Trump.
En qué piensas?», le preguntó Singer, «¿cuando te afeitas frente al espejo por la mañana?». Trump, escribe Singer, parecía desconcertado. Con la esperanza de descubrir al hombre tras la máscara del actor, Singer intentó una estrategia diferente